Como alas de mariposas revoloteaban las ideas por mi
desnuda cabeza, estaba todo sumamente plagado de infectos gusanos y luciones,
unos se arrastraban, otros caían desde zonas más altas para enroscarse en los
cuerpos fríos y desnudos de sus congéneres, en algunas oquedades las cresas
devoraban trozos de mi perforado cerebro, podía sentir cada mordisco que me
daban, sentía una aguda punzada que me llegaba hasta el corazón en décimas de
segundo, consiguiendo que el bombeo fuera irregular y muy acelerado.
Notaba el lento avance de los helmintos
vermiformes sobre las autopistas de mi información, notaba cómo abrían los
cajones de mis ocultos archivos para devorarlos lentamente, estaba perdiendo
velocidad en mi sinapsis, pues las perforaciones eran cada vez más profundas y
dañinas.
El desencuentro con la realidad cada vez
era más evidente, ya nada era como parecía, ni yo me comportaba como debiera,
todo presagiaba una debacle, puesto que ya casi ninguna pieza del gran puzzle
encajaba en su sitio y tampoco me importaba mucho el buscarlo, puesto que nunca
me han interesado mucho estos tipos de juegos.
Los días comenzaban como habían acabado los
anteriores, sólo que un poco más viejo y con mi queso gruyere más y más
perforado, pero por lo demás todo parecía un remanso de paz, era como una gran
balsa de aceite que sólo se movía cuando yo lo ordenaba. La línea era cada vez
más larga, pero a su vez mas estrecha y resbaladiza. Las profundidades se hacían
insondables, pero eso no me inquietaba, puesto que todo estaba previsto, el
guión estaba escrito y no había razón para cambiarlo.
Llevaba algunas semanas sin crear nada, sólo
algún relato absurdo e inútil como este que estáis leyendo, había abandonado
los libros de artista, puesto que ya había quemado esa fase, otra fase más que moría
sin pena ni gloria. Pero me había regalado
una treintena de ejemplares que desde los rincones más exóticos me
llegaron y que yo guardo y conservo con muchísimo cariño e ilusión, aún atesoro
un puñado de amigos y colaboradores de aquellos tiempos.
Entre punzada y punzada de mis Gnatostomúlidos
podía pensar y discernir algo, casi siempre trozos de cosas unidos a rastros de
recuerdos, todos ellos discordantes y absurdos. Así podía rellenar los huecos
entre las teselas de mis amplios vitrales. Esos por donde me asomaba a ver el
mundo, o mejor dicho a ver y percibir mi mundo, ese lugar tan distinto en el
que yo moro y que nada tiene que ver con en el que vive el resto de la
humanidad. Este lugar por el cual me asomo es un trozo de ventana amorfa y
multicolor, esta formado por infinidad de prismas que cortan y filtran la luz
en un universo de fantasía, y que todo ello unido a mis terminaciones nerviosas
le confieren a mi universo ese aspecto tan peculiar y diferente en el cual me
muevo y me gustaría poder contaros para que disfrutéis también de mi
entelequia.
Posiblemente todo empezara mucho antes de
donde mis recuerdos llegan, es posible que ni siquiera fuera algo concreto,
sino un cúmulo de situaciones y emociones encontradas y diversas que se unieron
en mi fresca cabeza ávida de conocimiento en una prontísima edad. Pero como
siempre ocurre el ambiente donde uno nace y adquiere los primeros conocimientos
y experiencias en la vida influye y mucho en eso que luego se llamara
aprendizaje.
Todo lo que nos envuelve desde nuestro
nacimiento va forjando nuestro carácter, tal cual hago yo con el hierro en mi
taller, aunque allí nos ayudamos de la fragua, que junto con un martillo
maleamos el duro metal. En la vida nuestros educadores se valen de otros
utensilios, unas veces mas suaves y otras no tanto, consiguiendo así que
sintamos el peso de nuestra soledad desde el mismo día en que nacemos y nos
cortan el cordón umbilical, infringiéndonos desde ese instante el dolor que vamos
a padecer durante el resto de nuestros días. Así empieza la historia y así la
escribimos todos, desnudos y llorando en un mundo inhóspito en el que ya no
nadamos dentro del caliente y seguro útero materno.
Nunca he sabido desde cuando poseo esos
indelebles parásitos en el interior de mi sesera, tampoco nunca me he
preocupado por saberlo, puesto que vivimos en una simbiosis en la que nos
necesitamos mutuamente. Yo los alimento y ellos atesoran en sus vientres mis
vivencias, mis recuerdos, mis fantasías y todo aquello que les ordeno, puesto
que tienen el deber de la obediencia, cosa que fue lo primero que aprendí yo y
que exijo a todo aquel que esté a mis órdenes. A cambio yo les doy protección y
alimento vitalicio. En su mundo ellos son felices, o al menos yo lo veo así y
eso me reconforta y me hace feliz, les estoy dando un mundo perfecto dentro de
su jaula de oro.
Pasados mas de cincuenta años me he dado
cuenta que esta helmintiasis que arrastro no es tan beneficiosa para mi como
pueda parecer “a bote pronto”, puesto que estos esclavos no dejan de comer,
diariamente necesitan ingentes cantidades de alimento, que yo les proporciono
en forma de recuerdos, retazos de textos, elaborados sueños y muchas fantasías.
Pero lo que aun es peor es que se reproducen, y lo hacen cada vez mas rápido y
en proporción geométrica, con los cual ya no doy abasto a suministrar el
sustento necesario para mantener a la población en buena actitud hacia mi, y
esto hace que sus mordiscos sean cada vez mas feroces, sus fauces se introducen
en mis entrañas arrancándome trozos de mis librerías que nunca debieron
tocarse. Esto funciona como un ordenador, no solo tiene que estar todo, sino
que además debe estarlo en su sitio para su perfecto funcionamiento, puesto que
de lo contrario habría que resetear el hardware con la dificultad añadida de
que nadie podría ayudarnos desde el exterior dotándonos de un nuevo software.
Es difícil hablar de ellos sabiendo que
antes de teclearlo ya están deglutiendo lo que yo voy a escribir, y es posible
que no les guste el sabor del alimento que les esta llegando, puesto que deben
de notar que se están convirtiendo en caníbales y puede que me lo hagan pagar
caro, supongo que el riesgo forma parte de la automedicación que me estoy
administrando, aunque de momento no siento nada, todo parece normal. Intentaré
seguir con el relato en la medida que estos molestos animales me lo permitan.
Conocido el problema y asumido, ya sólo me
resta procurar vivir con el en las mejores condiciones posibles, puesto que
pienso que la cura es imposible, ya que forman parte de mi yo y en ellos están
depositados todos mis recuerdos y no puedo prescindir de esa parte de mi.
Con el pasar de los años nos hemos hecho
imprescindibles y no seríamos capaces de sobrevivir el uno sin los otros, así
que yo disfruto de sus portentosas dotes de memoria, de la velocidad con que me
dan la información que necesito en cada momento a cambio de soportar la pesada
carga de tener mi materia gris totalmente perforada y llena de estos repulsivos
bichejos, que espero no verlos nunca, puesto que cuando estén fuera de mi es
porque han terminado de devorarme y salen a buscar un nuevo lugar donde vivir y
reproducirse. En ese último instante supongo que nos miraremos por primera y
ultima vez, entonces ellos se llevaran mi vida y mis recuerdos a otro ser,
mezclaran mis historias con otras nuevas y distintas y el nuevo morador nunca
sabrá qué fue real y qué no, como yo he podido comprobar por mi mismo al cabo
de muchos años.
Los cajones que antaño estuvieron llenos de
legajos carcomidos estarán vacíos, sólo el polvo reposa en sus carpetas y todo
rastro de vida desapareció. Las estancias amplias que un día fueron una materia
gelatinosa están vacías y tristes y la poca luz que penetra por los agujeros
que hicieron sus moradores antes de salir nos hace ver algo que fue un lugar de
vida, un sitio de trabajo el lugar de donde salían mis fantasías y mis
ilusiones, el depósito de todas mis venturas y desventuras.
Espero que la salida de estos
desventurados vermiformes tarde en producirse y que me de cuenta de la incomodidad
de ellos cuando les vaya faltando el sustento y así pueda yo proporcionar y
racionar las colaciones para retrasar en la medida que pueda el desenlace de
una parte importante de mi.
Después de esta revelación ya puedo experimentar
como un pequeño y agradable cosquilleo cada vez que siento esos pequeños
bocaditos en mis entrañas, sé que ellos están plácidamente alimentándose y que
todo esta funcionando según esta previsto en un guión nunca escrito y que yo he
intentado bosquejar para que entendáis el porqué veo como veo, el porqué
percibo como percibo. Todo varía según por el canal donde naveguen en ese
momento las informaciones que se estén intercambiando.
Es importante saber que no siempre vemos lo
mismo ni tiene por que coincidir con la percepción del resto de las personas,
puesto que cada uno poseemos nuestros propios gusanitos y la red perforada nunca
es igual en cada individuo ni se mantiene inmutable, sino que por el contrario
evolucionamos y siempre hacia una nueva concepción de la realidad.