sábado, 15 de diciembre de 2012

DIVINA COMPOSICIÓN





          “Divina composición” fue la respuesta fría y amable pero llena de generosidad de Mª Ángeles Jiménez al solicitarle un titular sobre el tema de debate. Esas fueron unas palabras profundas, pero muy sopesadas y meditadas, declarando así su académico punto de vista. Con esta exclamación y con un semblante sosegado y sobrio me interrogaba con su mirada, esperando una salida de tono mía o quizá algún menosprecio por tal análisis. Nunca sabré qué le transmitió mi cara, mi gesto, pues lo escondí inmediatamente para no descubrirme, puesto que sé a ciencia cierta que soy muy expresivo e incapaz de reprimir mis instintos más primitivos.
   “Divina composición” fue el principio de la historia, pues estábamos en clase y estudiando el siglo XX. Además hacía sólo unas horas que había leído ella una reflexión mía sobre “De lo espiritual en el arte” de Kandinsky.
   Con esta sentencia, y desde este punto de vista tan reflexivo comienza un sendero curvilíneo como una espiral, una espiral que se eleva hacia la derecha, es decir, girando en el sentido de las agujas del reloj.  Esta simboliza el sol de invierno que se encoge. También fue usada para invocar al elemento del agua o señalizar fuentes potables y era símbolo de buena suerte ya que representaba el equilibrio, la armonía del sol con la tierra.
   No es casualidad, que pueblos como los celtas representaran las estrellas a modo de espirales alrededor de un mismo núcleo (lo que para ellos era el emplazamiento del cielo), formando una trayectoria espiral en la cual las almas ascendían hacia su vida futura. Es curioso que este símbolo también aparezca en otras culturas como la hindú, los aztecas, mayas, incas…representando diferentes conceptos según la civilización.
   Las espirales son formas muy comunes en el universo, su presencia se percibe desde una trivial cinta enrollada hasta trayectorias de objetos en gigantescos aceleradores de partículas y entornos de agujeros negros. En el ámbito cultural es un icono mágico que trasciende, no sólo lo concreto y conceptual sino la misma imaginación conjugando puntos opuestos como pasado y futuro. La Homotecia es una operación geométrica, que, aunque no tiene relación directa con la espiral, ocupa un lugar común con ella en el arte rupestre donde aplicaciones e implicaciones de las dos se funden.
   Existe una gran variedad de tejidos, urdimbres, cestería, que recurren al enrollado en forma espiral y dan a su vez una infinidad de productos de formas diversas, hermosas y exóticas como sombreros, platos, mesas, jarrones, etc. Incluso en cerámica también se utiliza el proceso de trabajo en espiral para en principio dar forma a vasijas redondas.
   Este principio también se pretende utilizar en habitaciones en la luna, donde sólo hay arena, polvo y roca que se rellena en empaques tubulares y luego se enroscan y finalmente se fijan con alambre.
   Fue frecuentemente usada en las culturas precolombinas, en Belén se caracteriza por sus figuras de serpientes, suris y sapos con cuerpos reticulados o con cruz. Este periodo se produjo en los departamentos Belén y Tinogasta en la provincia Argentina de Catamarca, a lo largo del río Hualfín. Su desarrollo se produce entre el año 1000 y el 1450 en los valles de Abaucán y Hualfín.
    Casualmente, o puede que no tanto, tengo una amiga en  Argentina, se llama Raquel Herbón, ella tiene formación artística y estudió cerámica, esa que sus antepasados decoraban con motivos animales entre otros muchos, pero lo más curioso es que las serpientes pintadas en la alfarería estaban enrolladas sobre sí mismas, como una espiral.
    Una frase, “Divina composición”, esto fue el principio de esta exposición, luego proseguimos con las espirales como símbolo y sus significados, y finalmente hemos hablado sobre la relación  de este elemento con las serpientes y la cerámica de  precolombina Argentina, que es la localización de mi creativa colega.
   Prosigo la historia con las serpientes, esas que pintaron sus antepasados. Los ofidios son uno de los animales que más admiración y rechazo, a la vez, suscita. Desde la antigüedad este reptil se ha relacionado con la capacidad de transmutar los instintos más básicos (sexualidad, materialismo, etc.) en los más sutiles o espirituales. El hecho de que mude de piel se podría interpretar como un nuevo nacimiento, una nueva oportunidad para poder transformar lo negativo en una nueva forma, más saludable (a nivel espiritual)  de entender la vida.
   Mi relación física con ellas se remonta a más de veinticinco años, en aquella época estaba alejado del mundo espiritual del arte, estaba sumido en la vorágine de lo material, mi vida pasaba por importantes cambios económicos, pero había roto con la belleza del arte, y eso siempre me apesadumbraba.
   En uno de mis viajes de trabajo, en una carretera secundaria me encontré una en medio de la carretera, había sido atropellada por algún vehículo. Según me comentaron más tarde, era una culebra de agua y poseía unas grandes dimensiones. Me quedé prendado de su belleza, que seguía conservando aun después de muerta y llevar por fuera sus intestinos.
   La rescaté de su triste destino y me la llevé, tenía la intención de que me curtieran su piel, pues deseaba conservar tan valioso tesoro en mi armario en forma de cinturón.
   Indagué mucho hasta encontrar un lugar donde pudieran hacerme la desagradable labor de quitarle su piel y curtirla. Así fue, ellos me la prepararían, pero antes debía yo de despellejarla y llevarles limpia la cáscara. Con asco, aprensión y la ayuda de un amigo rajamos su vientre, no sin tener alguna que otra arcada, prosiguiendo a quitarle su precioso y escamosos traje.
   Años después me casé y este hermoso trozo de cuero adorna un aparador de cristal que está suspendido sobre dos columnas Corintias, y en el que siempre hay botellas de espirituosos.
   Finalmente la epidermis de este reptil sólo ha servido para absorber las gotas de alcohol que se han depositado durante el paso de los años debido al desatino del barman. Casi metro y medio de animal de formas sinuosas mirada fría y penetrante que espera ser cortado y cosido para embellecer mi voluminosa barriga y así poder aprovechar los litros de alcohol que nunca albergó.
   Este trozo  de piel escamosa hace ya compañía a otra serpiente, a una que está enrollada en espiral, que es uno de los símbolos más antiguos que existen en la cultura celta, y que simboliza el concepto decrecimiento, fuerza vital, expansión y reencarnación que se utilizó como representación del tiempo y del movimiento de las estrellas llegándose a usar incluso en primitivos calendarios. Esta nueva pieza de mi mobiliario, es un libro de artista finamente facturado y al que estoy dando vida en mi relato.
    Papel artesano, sobrio y muy armónico, con una portada seccionada en espiral, para indicarnos el camino a seguir, nos predice un mundo lleno de espiritualidad en su interior, como así se certifica al abrirlo.
     Un gran círculo en movimiento, una gran nebulosa en rotación que nos absorbe hacia el centro. Un maravilloso remolino de luz y color que hace converger toda la energía hacia su interior y a su vez mantiene en equilibrio a miles de centelleantes estrellas.
   Pura energía y amor en una pieza confeccionada por unas maravillosas manos artesanas y limpias, por una persona dotada de una gran sensibilidad y calidad humana.





       Agradezco la inestimable ayuda de la historiadora y escritora Mª Ángeles Jiménez de Albornoz Carrillo, por la capacidad de abstracción y composición que me ha transmitido y por su participación activa en el proyecto.



                                                           Juan A. Sánchez Hernández Diciembre 2012

                                                  
   

martes, 11 de diciembre de 2012

AÑO NUEVO Y NAVIDAD 2012



Postales (18, numeradas y firmadas) para la Navidad 2012
Xilografía, dibujo con tintas y pinturas en papel alto gramaje chino, poesía y dos estampillas. Sobre gofrado "50 aniversario"
Como anillos en el tronco de los árboles 
marcados quedan los años, los días…
cada estación deja su rastro, su tatuaje, su estigma.
   Argollas engarzadas humildes y tristes
un nuevo arete cae como losa sepulcral
   Ungimos y cicatrizamos la última herida
escribimos la historia, una nueva historia.
   Como el abedul, el álamo y el sauce la vida es corta
la vitola se completa pronto y solo queda la paz.
                                             juanas   Navidad 2012



lunes, 10 de diciembre de 2012

KANDINSKY ,  EL VIOLETA  Y  YO





            Estaba bien entrado el Otoño, las pardas y ocres hojas cubrían todo el sendero, pero las que reconocía desde la lejanía y mas me llamaban la atención, fueron unas que caían desde lo alto de un gran paredón rojizo (antiguas murallas de la Alhambra), desde allí se despeñaban unos grandes y malolientes pliegos de pergamino con inscripciones, eran unas tablas ordenadas de menor a mayor. El color de estos números eran negros sobre todo pero algunos estaban pintados en un rojo bermellón descolorido por el sol y desvanecida su original belleza.
   Caían como grandes pétalos a mi paso, el viento mecía su aliento mezclándolo con los dulces aromas del arrayán.
    El color rojo del atardecer lo inundaba todo ahogándome. Era una sensación única, sublime, pero triste, se acababa un nuevo año, otro año perdido entre luchas y anhelos, entre cuitas imposibles y sueños rotos. Se aceleraba el tiempo, los momentos eran cada vez más cortos y los silencios más largos. Las emociones eran imprecisas pero recurrentes, se acaba un año y comienza otro, se acaba una vida pero comienza otra.
    Poco queda que escribir con los colores del arco iris en mi retrato, algunas pinceladas, algún matiz. Supongo que apenas unos minutos, solo espero la orden de quien guía mis pinceles para acabar definitivamente este tercer panel donde aparece un amplio y estudiado compendio de profundas reflexiones.
   Al ser que describo en la obra no termino de entenderlo, porque cada día me sorprende con nuevas y descabelladas declaraciones. Con nuevos y disparatados  sueños. Ese ser que se repite en cada uno de los lienzos y que me mira desafiante aunque triste y reflexivo es de color violeta, sus azules rojizos me extrañaron mucho, pero no sólo a mi, quien lo ha visto, aunque solo sea en fotografía me interroga sobre el propósito y el fin de esas tonalidades, cosa que nunca supe contestar hasta hace unas horas en que mi vista vuelve a encontrarse con Kandinsky, leyendo: “De lo espiritual en el arte”.
   



        “Así como el naranja aparece cuando el rojo se acerca al espectador, el violeta surge al alejarse el rojo por medio del azul. El violeta tiende a alejarse del espectador. El rojo subyacente ha de ser frío, ya que su calor no hay modo de mezclarlo con el frío del azul; lo mismo sucede en el terreno espiritual.

        El violeta es pues un rojo enfriado, tanto en sentido físico como psíquico, por eso tiene algo de enfermizo, apagado (como la escoria) y triste. No sin razón se considera que es un color adecuado para vestidos de ancianas. Los chinos lo utilizan como color de luto. El violeta recuerda al sonido del corno inglés o de la gaita y, cuando es profundo, a los tonos bajos de los instrumentos de madera (por ejemplo, al fagot).”


    Realmente no se si estoy de acuerdo o no con el maestro, de hecho ni tan siquiera me lo planteo, pero nuevamente la lectura de este manual de arte me ha hecho reflexionar en mi obra y sobre mi vida. Me queda un tercio del libro, y espero y deseo que me abra más puertas a mis pobres entendederas este delicioso libro.

domingo, 2 de diciembre de 2012

ARMONIA Y COLOR





             Los músicos aprovechan el lenguaje colorista para traducir sus conceptos abstractos. El color, es una palabra que se utiliza como equivalente de timbre. El adjetivo brillante, una cualidad indiscutible del color, es empleado por los músicos en el sentido de nítido.
   No obstante, aunque los ejemplos sean menores, lo mismo sucede a la inversa, pues los términos tono y armonía fueron una herencia que la música hizo a la pintura. A la llamada en música, escala cromática, Rousseau explicaría:

    .. la escala cromática está en medio de la diatónica y la enarmónica, así como el color está entre el blanco y el negro. O bien porque el cromatismo embellece al diatónico con sus semitonos, que logran, en música, el mismo efecto que la variedad de los colores tienen en la pintura. “
    Además es éste quien aplacó los ánimos de sus contemporáneos al señalar que los sonidos no pueden identificarse solos, separando unos de otros, tal y como sucede con los colores.
    Susan McClary (1991) argumenta que el cromatismo en la narrativa de la ópera y la forma sonata puede ser mejor comprendida como el "otro", racial, sexual, socialmente u otros, del propio diatonismo "masculino". Fuese a través de la modulación, como a una área de tonalidad vecina, u otros medios. Por ejemplo, Clement llama al cromatismo en la Isolde de Wagner "olor femenino" (Opera, 55-58, de McClary pág. 185sig). Sin embargo, McClary también anota que las mismas técnicas usadas en la música para representar la locura en la mujer representan históricamente la vanguardia en la música instrumental, "en la sinfonía del siglo XIX, el atrevido cromatismo de la ópera Salomé de Richard Strauss es lo que distingue una composición realmente seria de la vanguardia de un trabajo hecho de clichés recortados."

      Vassily Kandinsky en su libro “Sobre lo Espiritual en el Arte”, nos dice:

    "El color es en general un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El ojo es el martillo templador. El alma es un piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que, mediante una tecla determinada, hace vibrar el alma humana"
     “La armonía de los colores debe basarse únicamente en el principio del contacto adecuado con el alma humana”




      Kandinsky nos acerca al arte desde un punto de vista mas amplio, aplica su especial casuística a las sensaciones y percepciones del artista, estando éste posicionado en una pirámide, donde el artífice crea y ve cosas que los que están mas abajo nunca podrán ver ni comprender, salvo que escalen posiciones en esta.
    Sobre el color nos dice que tiene dos efectos: el efecto físico [la percepción del color, lo que ve el espectador, la impresión superficial del color], y el efecto psicológico [lo que todo ello te hace sentir, y aquí es donde aparece la fuerza psicológica del color, que, como dice Kandinsky, provoca una vibración anímica en el espectador, una especie de música interna. También determinados colores provocan distintas sensaciones, como de aspereza, o suavidad, algunos parecen blandos, otros rígidos, etc...] Según se encuentren solos o junto a otros colores o incluso formas visuales puede ir variando su fuerza y equilibrio, balanceando sus cualidades cromáticas, pudiendo llegar a  descomponerse, con lo cual su efecto visual y por tanto psicológico iría variando.
      El movimiento, la velocidad, el ritmo, “el tempo”, que tan importantísimo es en la música lo recoge con una exquisita sensibilidad, nos deja el germen que crecerá junto a nuestra experiencia.
      “…El gris es insonoro e inmóvil, sin embargo, es diferente a la calma del verde, y que este es el resultado de dos colores activos”.
  
    Unidos en un sólo lazo el ritmo, la armonía el color y todas las posibilidades que queramos abarcar en las artes, podemos jugar y conjugar todas las variaciones posibles en nuestra obra para lograr sonidos cristalinos junto a colores sucios, o sonidos limpios junto a colores estridentes.
     En el duro trabajo diario encontraremos el camino largo, estrecho y plagado de peligros, por el cual seguiremos buscando…
     “Diógenes” sigue con su linterna encendida  la búsqueda  incansable de la verdad y la belleza.




          



                   

miércoles, 28 de noviembre de 2012

“Sobre lo Espiritual en el Arte”



 

 

       Este libro fue publicado por Vasili Kandinsky en 1911, esencialmente  propone despertar la capacidad de captar lo espiritual de las cosas materiales y abstractas. Que el espectador se enfrentara a la obra de arte con el alma abierta y queriendo escuchar.

 

    “La riqueza cromática del cuadro ha de atraer con gran fuerza al espectador y al mismo tiempo ha de reconocer su contenido profundo”


       Después de leer y releer esta cita, pienso que: la forma, el plano el color, todo unido o separado conforma un único universo mágico que me atrapa, me subyuga y me libera, forma parte de la pasión del artista, de su búsqueda incansable por la belleza; esa que no se deja atrapar, esa que libra su gran batalla para no ser desnudada y expuesta cruelmente a las lascivas miradas del mundo.
      Noches de vigilia contemplando en la penumbra; en la mas absoluta de las soledades mi obra escondida entre las hojas  despedazadas de infinitos bocetos la ultima pincelada, tocando el frío lienzo, lo hago como si encerrara en su interior un ojeroso muerto amortajado y preparado para ser descuartizado por miles de gusanos, como si de una horda de cirujanos se tratase.
      Consigo atraer la atención del espectador, pero cada pincelada me lacera el alma, pareciera que los terrosos pigmentos esparcidos por mi paleta perteneciesen a mi piel seca y triturada, hábilmente tratada y coloreada para que forme parte de la obra, presiento que “El retrato de Dorian Gray “me pertenece. Percibo el lento pero inexorable y progresivo envejecimiento de la tela, de los tintes. Los aceites queman mi piel y la hacen sangrar resbalando por mi cuarteada cara, depositándose en los cuencos donde vuelvo a recoger esos malolientes y putrefactos excrementos.
      El balanceo cromático esta hábilmente distribuido por la estancia, los colores son limpios y puros y la suavidad de la degradación de las formas le da una fría y desagradable estructura.
     El gesso artesano absorbe el óleo, los continuos y obsesivos raspados me devuelven unos profundos y multicolores matices, pero también unos luminosos y cristalinos esfumatos.
    La obra está casi terminada. ¡Los ritmos! Ese rondó sutil esta presente, conformando un simple pero violento mapa estructural.
    El compás armónico ya hizo su trabajo, los mosquitos y el polvo también, solo queda que el ser que mueve mis manos haga el trazo final, ese grafismo que identifica mi triste y solitaria obra.

        Trabajando duro, viejo, espero hacer algo bueno algún día. No lo hago todavía, pero lo persigo y lucho”.  Vincent Van Gogh


jueves, 22 de noviembre de 2012

TUBULAR BELLS





       Tubular Bells es el primer disco de estudio del compositor y multi-instrumentista Mike Oldfield, lanzado el 25 de mayo de 1973. Su música  se desarrolla a través de diferentes ideas que van evolucionando, concatenando o fusionándose a lo largo del disco, combinando diversos matices e instrumentos musicales, generando un clima diverso en cada sección, desde lo misterioso, épico, triste, alegre o nostálgico, culminando en una alegre y rápida melodía ejecutada en guitarra acústica, la cual es un arreglo de un tema tradicional.
    Resonaba en mi cabeza este magnífico tema. Paseaba por la Carrera de la Virgen, era una apacible tarde de otoño y pisaba las ocres hojas de los plátanos que se erguían majestuosamente sobre mi cabeza. El paso era firme pero acompasado, percibía la humedad de la estación en la que nos encontrábamos, perfumes de arrayán y musgo se deslizaban por mi pituitaria. No sabía que me iba a encontrar unos metros mas abajo, desde donde ya no vería Sierra Nevada, por lo que bajaba el bulevar distraídamente (como acostumbro) y nada perturbaba mi paz interior ni tan siquiera presentía que la perdería mas adelante.


     “Fríos pedestales, sobrios y cortantes que soportan desnudos esqueletos de acero. Osamentas  finamente envueltas en una leve capa de inocentes y plúmbeas nubes”.



    Me encontraba en los jardines que discurren en forma longitudinal, paralelos al cauce del río Genil, donde crece el boj y el aligustre. Allí las zonas de estancia se distribuyen a lo largo de los jardines, formando hasta un total de once glorietas, pero la que siempre me ha fascinado es la de los árboles de Júpiter, esos que rodean a una palmera datilera. Sí, me encontraba en el paseo del Salón.
    En tan abierto y romántico marco tropecé con la muestra “Rodeando el espacio”,  una serie de ocho esculturas de gran tamaño, de entre 4 y 5m de altura, realizadas en acero inoxidable y de sobria factura.
   Para el autor de la propuesta, Aitor Urdangarín, que ha bautizado las piezas con nombres tan diversos como `Tauromaquia´, `Nudo´ o `Contacto´, "las obras tienen una temática común", ya que en todos los casos, el autor juega con el espacio, creando líneas que modelan el vacío, y dibujando distintos juegos geométricos en torno a la línea curva, tanto abierta como cerrada.
      Las esculturas de Aitor Urdangarin nacen del amor a la forma sinuosa, en ocasiones estas son dos, y en este caso se funden en un abrazo. Podrían ser ofidios en actitudes lascivas y muy sugerentes para el observador, máxime teniendo en cuenta  el lugar donde se encuentran enclavadas. Unos amantes que nos ofrecen sus estados de ánimo, no siempre tranquilos y calmados, hay ocasiones que se nos presentan vibrantes, joviales y retorcidos por la pasión en el momento álgido de entrega.
   Según camino y veo cada pieza, descubro a gráciles bailarinas, torsiones imposibles que se elevan a cotas insostenibles apoyadas en histriónicas y ondulantes formas, enormes y rechonchas flores que contrastan con espirituales altas y livianas estructuras. Pero siempre apreciando y valorando esos vacíos que nos deja para que el espacio que las rodee en cada momento las inunde y los llene, forme parte del todo.
    El equilibrio sutilmente logrado gracias a la estructura clara y repetitiva de resortes que atenaza el momento y lo comprime hasta lograr cortar la respiración, lo logra con esa ballesta cargada y dispuesta a dispararse en cualquier momento, esto le da una pregnancia a la escultura que nos hace ser cautos al acercarnos, pues en caso de explosión nos dañaría fuertemente.
    La geometría es una asignatura que no deja al azar, la utiliza con maestría, mostrando en cada una de las piezas, la necesidad de dejar muy sentado el movimiento a seguir para que podamos conocer el principio y fin de la ondulante y sinuosa pieza y conocer de primera mano todas y cada una de sus conexiones, tanto intrínsecas como externas.
    El ritmo impuesto por todas y cada una de las representaciones hace que conozcamos de antemano al autor, es su firma, esa rúbrica hecha de materia orgánica serpenteante, no en vano es un escultor abstracto-organicista.
      Maravilloso paseo otoñal el que me ha ofrecido este autor, que con sus grafismos me ha ayudado a atrapar las nubes, a envolver el trino de los pájaros, pero sobre todo a conocer un poco mas mi bella ciudad, en esta ocasión, de la mano de la materia, del acero pulido y aséptico salido de la fragua, esa con la que comulgo casi a diario.
    Un pensamiento me deja consternado y dolorido, una frase que dijo, no he podido encontrar donde, y espero que sea una errata, pues en nada estoy de acuerdo con el.
   Urdangarín usa el calor para modelar sus tubos, y deja la materia pulida, en estado mate, ya que a su entender, con brillo "parecerían objetos decorativos".
   Dejo en el aire sus palabras…


  






lunes, 19 de noviembre de 2012

EL CANTO DEL GRILLO



                                   




          De los tres padres fundadores de la poesía moderna (los otros son Baudelaire y Rimbaud), Stéphane Mallarmé (1842-1898) es sin duda el más discreto, el más refinado y el más oculto. Su obra, intensa y magnífica, se eleva hasta los límites donde el lenguaje humano pretende volverse a la vez música e idea (o tal vez, como él mismo aludió, “música de la idea”), llega al exceso no por el desborde sino por la concentración, por la sensualidad de su ascetismo espiritual. Y le absorbió prácticamente toda su vida. Una vida que, a diferencia de sus grandes colegas de trágica bohemia, parecía haber sido calma y sosegada.


           Traducción de carta de Stéphane Mallarmé A Eugène Lefébure
27 de mayo de 1867
     “Yo no conocía sino el grillo inglés, dulce y caricaturista: ayer solamente entre los trigos jóvenes he oído esta voz sagrada de la tierra ingenua, menos descompuesta ya que la del pájaro, hija de los árboles en medio de la noche solar, y que tiene algo de las estrellas y de la luna, y un poco de muerte; pero cuánto más una sobre todo que la de una mujer, que caminaba y cantaba delante de mí, y cuya voz parecía transparente de mil muertes en las cuales ella vibraba —¡y penetrada de Nada! ¡Toda esa felicidad que tiene la tierra de no estar descompuesta en materia y en espíritu estaba en ese sonido único del grillo!”
   Si la poesía es para Mallarmé la perfecta expresión de la belleza, es porque las palabras, elegidas también por su vibración acústica, cobran un sentido más puro, y de la sucesión de las mismas palabras, a despecho de la sintaxis si es necesario, se desprende una música cuyo sentido se evapora en sus múltiples posibilidades, tanto más cuanto que la abolición de la puntuación libera el flujo sonoro, el canto.
      Poeta, maestro de los simbolistas, fue el oráculo de los "martes"(las famosas veladas literarias que acogía en su apartamento de la calle Roma) este amigo fiel de poetas y pintores, este innovador, este espíritu exigente, lamentaba hondamente no ser un grillo. "Sólo ayer, entre el trigo joven, oí esa voz sagrada de la tierra ingenua...Toda esa felicidad que tiene la tierra de no estar descompuesta en materia y espíritu estaba en ese sonido único del grillo". Aquí se expresa lo esencial de la búsqueda mallarmeana de la voz única, cósmica, materia y espíritus confundidos, búsqueda resumida en esta fórmula.
        Stéphane vio en el canto del grillo "la voz una y no descompuesta" de la naturaleza. El grillo mallarmeano era  la voz de esa naturaleza silenciosa, compuesta de sonidos repetibles, ilimitados y perennes, cuya descomposición sólo se hace posible en la voz humana. De alguna manera, para el insecto el lenguaje humano no se diferencia de su canto, ya que se basa en la repetición y combinación de una serie discreta de elementos, pero el hecho de que las posibilidades combinatorias sean infinitas para el sujeto de modo que éste puede percibir en esos posibles su propia unicidad, sus límites y ver allí finalmente cómo se descompone la naturaleza frente a su particularidad, introduce la diferencia y el dolor.
   Creó poemas cerrados en sí mismos, lejos de cualquier realismo, donde el sentido proviene de las resonancias. En su poesía las sonoridades y los colores juegan un rol tan importante como los sentidos cotidianos que tienen las palabras, lo cual hace su traducción realmente difícil, pero sobretodo nos hace sentir libres.
    Según algunos autores, fue el creador de un impresionismo literario (escribió que su intención era «pintar no la cosa, sino el efecto que produce», por lo cual el verso no debía componerse de palabras, sino de intenciones, y todas las palabras borrarse ante la sensación)
     Este humilde grillo que escribe, hace años, muchos años que dejó de cantar, tampoco vio el fruto de sus entrañas en las ninfas que nunca hubo en las putrefactas aguas que le rodean. De cualquier manera tampoco fui capaz de entonar esas dulces melodías en las noches de insomnio y cacería.
   Tampoco mi parca prosa presenció noche alguna de tertulia, nunca departí con grandes ni mediocres conversadores, ni fui capaz de ver belleza en cosas simples y sencillas.
   El grillo. El grito del grillo, el llanto y el lamento del grillo en la soledad de la noche poco me acompañó en la solitaria ciudad. Admiro la capacidad de ver y dibujar esa belleza como lo hicieran los poetas.  Con un animal oscuro, frío al tacto de aspecto de cucaracha y escondido en la campiña, nos preparó un suculento manjar acompañado de su lírica y regado con una sonora  y vibrante poesía.
Escucharon, desmembraron cada rima de su gemido, de su “quejío” y lo elevaron a las máximas categorías del arte. Vieron la musicalidad y la cadencia de las múltiples composiciones nocturnas que interpretaban para ellos esos pequeños y desde ahora entrañables seres.
    Pintar palabras y escribir colores, eso pretendo, siempre lo he pretendido, pero hoy buscando a un músico del romanticismo me he encontrado nuevamente con mi admirado compositor de ideas, con este hombre que se lamentaba por no haber nacido grillo.
    Mezclo colores, elevo las texturas a límites imposibles, raspo y lijo la mancha, velo suavemente el basto estuco para proceder seguidamente a restregarlo violentamente con trapos y papeles que se arrugan y se rompen  sembrando  el parquet de mi estudio de finas lágrimas multicolores y pegajosas. Ellas y sólo ellas son testigos mudos del violento encontronazo del hombre con la materia, de la inutilidad de querer retratar lo imposible, de transcribir los sueños a una burda tela de saco.
     Nuevamente el grillo volverá a cantar noche tras noche y yo con él vagaré por los infinitos, oscuros y peligrosos cenagales descompuestos en la “búsqueda”; en mi “búsqueda” e intentaré plasmarlo en un trozo de blanda y mullida nube de papel o un tosco lienzo, con balbuceantes trazos de aprendiz de grillo.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

LA TRAMA DE MALÉFICA





                                                LA TRAMA DE MALÉFICA








        “En el día del nacimiento de la Princesa Aurora, sus padres, el Rey Estéfano y la Reina Flor, organizan una gran ceremonia a la que invitan a todo el reino. Durante la ceremonia, Maléfica aparece, decepcionada porque no la han invitado, y como venganza, hace caer una maldición sobre la princesa, diciendo que en el día en el que cumpla 16 años, se pinchará el dedo con el huso de una rueca, y morirá.”
   Así comienza el cuento de la bella durmiente. Ya lo conocemos todos, pero lo que quizá no recordemos muy bien es la parte en que Maléfica hace crecer un bosque de espinas alrededor del castillo, y después, se transforma en un enorme dragón negro y púrpura, y ataca a  Príncipe Felipe (que nada tiene que ver con la familia Borbón). Al final, Felipe la apuñala con su espada (en su forma de dragón), acabando así con Maléfica.
   Cuando escapé del torreón situado en lo alto del castillo, donde estuve encerrado mucho tiempo tejiendo para la malvada bruja y su ejército no reparé en lo que dejaba atrás, sólo pensaba en salir de allí con el menor daño posible. En cuanto pude fugarme respiré hondo y pensé que ya nunca más tendría que subir a las mazmorras situadas en la tercera planta, me sentía feliz por ello. Aunque tenía aun lo recuerdos muy vivos y algunas cicatrices se habían vuelto a abrir, continuaban sangrando y emitiendo nauseabundos olores que asustaban a los que me rodeaban.
   Ayer lunes encontré un pequeño papel en mi libro de lectura, alguien lo había dejado allí para que yo lo encontrara a primera hora de la mañana. Estaba muy bien doblado y en el me hablaba del azul ultramar, volvía el lapislázuli a mi vida, Arturo Casciaro comenzó con su libro, yo lo continué con el texto y Ana Isabel Sevillano Trujillo lo terminó en su misiva.
   La nota era corta y escueta, unas palabras amables y otras que me hicieron ruborizar, pero sobre todo muchos silencios, unos ensordecedores silencios que llenaron mi estancia y me sumieron en una gran melancolía, pues recordé que ella seguía allí en lo alto del castillo.
  Comenzaré desde el principio, pues la historia es larga y aun no ha concluido, pero merece la pena ser recordada y contada.
  Todo comenzó como un día normal de la tejeduría del terror aunque aun no sabíamos que la denominaban así. Bellas y danzarinas hordas de hebras de hilo sobrevolaban sobre nuestras cabezas, la música nos envolvía y aún Maléfica no se mostraba envuelta en llamas verdes y no pululaba por allí su secuaz llamado Diablo, al que denomina cariñosamente "Fiel Amigo" y su ejército de ineptos monstruos tampoco habían hecho acto de presencia.
     El escenario estaba montado maravillosamente y los tramoyistas conocedores de su oficio no dejaban ningún hilo sin atar, para que de esta forma, las sargas, satenes y tafetanes salieran a la perfección. Los copos de lana nos servían de sujeción en nuestro etéreo nadar sobre esas nubes en las que nos zambullíamos. Así iban transcurriendo los días, pero me daba cuenta que los decorados eran sólo eso, cartones pintados para tapar las rejas de las ventanas, los fríos muros y las grandes cerraduras que había en la gran estancia hasta entonces dividida en dos maravillosos salones digno de un rey.
     Éramos sólo algo más de media docena de escogidos para hacer compañía  a la bruja y sus secuaces, pero cuando nos captaron no sabíamos cuales eran sus intenciones ni hasta donde podían ser de malvados. Las comidas se fueron tornando agrias y pobres, apenas nos calmaban el apetito y pronto comenzamos a pelearnos entre nosotros por tan preciado botín. Esto fue sólo el principio, aunque ya desde aquellos primeros días me di cuenta de algo que me extrañó mucho, pues uno de nosotros apenas si comía y notaba que se estaba consumiendo de pena y hambre. Sólo mucho tiempo después pude descubrir que se trataba de la Princesa Aurora.
     Estaba en su rincón, rodeada de telas de araña hábilmente tejidas para que no notara que estaba siendo atrapada en la malla, su banco de trabajo estaba tres puestos mas allá del mío, no podía verla ni oírla, las máquinas con su ensordecedor y rítmico rugir no dejaban que pudiéramos comunicarnos entre nosotros ( ahora lo he comprendido). Su tez blanca y pálida denotaba su rancio abolengo y su erguida espalda correspondía a un ser nacido de alta cuna. Con su larga y trigueña cabellera, bien se podría tejer un etéreo traje de piel de ángel comparable con el mejor raso o satén. Allí estaba ella sumida en una extraña melancolía.
    Pasaban los días y las semanas sin darnos cuenta del lugar tan tenebroso en el que nos encontrábamos, parecía que estuviéramos adormilados, no se si nos proporcionaban algún tipo de brebaje para mantenernos en ese sopor continuo. Con los años supe que esta joven era una artista llegada de la vecina Córdoba y pude comprobar por mi mismo de su maestría y destreza en estas artes y otras.
    Después de muchos meses o años nos fuimos conociendo, realmente no se cuanto tiempo trascurrió pues nos habían privado de la luz y los relojes y sólo nos permitían parar de tejer unas breves horas al día para comer y descansar en los camastros que nosotros mismos improvisamos con los restos de tejidos inutilizados por las ratas que por allí moraban.
    Una tarde (lo supe al salir) me encontré  con que mis grilletes estaban sueltos, podía escapar y por supuesto no lo dudé, no tuve que decirle nada, únicamente le mostré mis muñecas libres, delgadas y sucias, pero sin las cadenas que durante tiempo llevé. Una lágrima asomó de sus limpios ojos y me dijo, “no te vallas, no me dejes aquí sola”, pero ya apenas si pude llegar a escuchar ese sollozo, ese grito desesperado, pues corría montaña abajo sin mirar atrás, sin despedirme de ella, sólo quería volver a respirar.
    Años después o días, realmente no lo sé, veo que la princesa sigue cautiva, la princesa está triste. Se que duerme sentada en el banco de trabajo liada en la manta que tejiera yo con lana en el telar debajo lizo, esa frazada blanca que fue mi ultimo trabajo en el “Reino de lo vertical”.
    

sábado, 10 de noviembre de 2012

W. MORRIS Y YO






                 Llovía mucho este mes de Noviembre sobre Granada, había abandonado temporalmente la manufactura de “libros de artista”, no como él, que hasta en su lecho de muerte le seguían visitando para pedirle consejo sobre el maravilloso mundo de las artes gráficas. Los últimos años de su vida los dedicó al taller imprenta Kelmscott Press, donde imprimió libros de gran calidad y creó nuevas tipografías de reminiscencias góticas. Editó, entre otros títulos, las obras completas de Chaucer en volúmenes bellamente encuadernados y pulcramente impresos con ilustraciones de gran sensibilidad.
   Cuando me refiero a él, hablo de William Morris (1834-1896), poeta, pensador, político, pintor y diseñador, es una figura singular en la historia inglesa de la segunda mitad del siglo XIX, el artífice del gran impulso renovador en el dominio de la estética y la popularización del arte en Inglaterra y en casi toda Europa.
   Me encuentro solo, llevo pensando una semana el texto que le presentaré a mi amiga  Mª de los Ángeles Jiménez, a la sazón mi profesora de Historia del Arte. El tema sugerido fue, sobre este autor Británico, con el cual me siento muy identificado en el sentido de sentir y vivir el arte y el diseño con el mismo amor y pasión, con lo cual seguiré haciendo este comentario desde un punto de vista muy subjetivo, pues habiendo interiorizado los principales puntos que tenemos en común, paso a reflexionar sobre ellos desde la “introspección”. Intentaré darle vida y lo pasearé por mi mundo y así entre los dos darle un valor añadido a este relato, sin que con eso pretenda ser exhaustivo en la cantidad de información, pero si en la calidad, pues me ceñiré expresamente a los nexos en común o muy encontrados entre nosotros. Romperé la barrera del tiempo para que sea atemporal, hasta tal punto que quebraré la cronología de su biografía para centrarme en la parte que más me ha subyugado de ella y así poder escribir libremente, cosa que espero que sea del agrado de seguidores y detractores.
       Necesitaba adentrarme en lo más profundo del arte y la creación, pues ya llevaba casi veinte años de mi abandono de estos elementos vitales para mí. Todas las ilusiones quedaron relegadas, la vida me había cambiado totalmente y debía empezar de nuevo.
     Ya todo estaba medido fijado, quedaba atrapado en la máquina. Pero para llegar hasta ese punto debieron de pasar unos duros años. Tiempos muy difíciles, que dejaron una huella indeleble en mi espíritu, cambiando todas las bases ideológicas y algunas conceptuales.
      Volvía de fiesta como tantas noches en aquel tiempo, una madrugada cualquiera en la que volvía a casa, me encontré con un cartel en la calle, es una pena, pero ya no lo conservo, estaba dentro de un libro que presté y nunca me devolvieron. Era de un curso de iniciación a los tapices. Siempre me gustaron, los amé desde que vi los que había realizado Miró en su fundación, que visité a principio de los años ochenta, incluso realicé algunos, los cuales ya no conservo.
      El curso pasó sin pena ni gloria, pues la monitora no tenía apenas formación sobre la materia, pero aprendí las bases para comenzar a estudiar y a realizar tan precioso y versátil arte. Así con todo ello y una gran fuerza de voluntad realicé mas de media docena de tapices, alguno de ellos de grandes proporciones.
    Hace un año estuve matriculado en la Escuela de Arte de Granada en el ciclo de “Tapices y tejidos artísticos”, con una gran decepción para mí, ya no por el arte en sí, sino por el choque con la forma de entender la docencia. Un año casi perdido hasta este momento en que me encuentro con un espejo viejo, muy deteriorado por el tiempo, pero en el que reconozco mi imagen, allí estaba yo haciendo un rapport que nunca llegué a estampar por la mala relación a la que habíamos llegado el excéntrico docente y yo.  Este trabajo me lo recuerda Morris en un escrito muy interesante sobre ello. Ya estaba inventado y estudiado, no era tan moderno como yo pensaba. (1)
         “Las necesidades absolutas de este arte [del diseño de «patterns»] son la belleza del color y el sosiego de la forma; el color se puede obtener por las combinaciones más simples; la forma puede ser sencillamente líneas abstractas o espacios, y no necesita por fuerza tener un significado identificable o explicar una historia expresable con palabras. Por otra parte, para la pureza del arte es necesario que su forma y su color, cuando tienen una relación con los hechos de la naturaleza (como la mayor parte lo tienen) sugieran estas partes y no las describan”.
     
 En este sentido, creo que uno de los aspectos más innovadores en la reflexión estética morrisiana es haber asumido el carácter decorativo de la mayor parte de los bienes de consumo, y haberlo hecho aceptando los aspectos más humildes y que menos llaman la atención. Dos cosas son muy importantes, una es la aceptación de una finalidad estética meramente agradable; la otra, haberlo descrito en términos formales, y formalistas, intentando incluso explicar el grado de convencionalización deseable en el dibujo sólo en términos espaciales. Así ocurre en todos aquellos párrafos dedicados a explicar cómo se deben diseñar los estampados. Cuando habla del grado de abstracción del tratamiento gráfico, y de estilización deseable de la forma de los motivos, del peso de la forma y del color, de recursos como el silueteado y el macizado, de la organización de la estructura geométrica y todas las pautas posibles, de cómo se traducen en forma los condicionantes derivados de la manera de colocar y percibir estos estampados; pero mucho más todavía cuando aborda cuestiones como el grado de misterio deseable en los «patterns», aspecto fundamental para él, que lo explica en términos de interés visual o de pregnancia; o como la del significado, es decir, el grado de identificación deseable de las cosas representadas y la explicación de los temas que es conveniente utilizar:
     “ Lo que tenemos que hacer (...) es crear las flores y las hojas que convienen a los papeles pintados, formas que se adecuan de manera evidente para ser estampadas con un molde de madera; encubrir suficientemente la construcción del «pattern» para evitar que la gente cuente las repeticiones, mientras conseguimos calmar su curiosidad por seguirlo; esmerarnos en cubrir equilibradamente el fondo. Si logramos estas dos últimas cosas, conseguiremos una impresión de misterio satisfactoria, que es una característica esencial de todos los artículos ornamentados y que obtenerla en los papeles pintados es tarea del diseñador, pues, como se ha dicho antes, no cae a pliegos, y su material tampoco no tiene ninguna belleza especial que atraiga la vista”.
     La laboriosidad de William Morris le llevaba a implicarse personalmente en todo tipo de trabajos, por lo que era frecuente ver realizar personalmente las tareas de tallar piedra, grabar madera o tejer. Interesantísima imagen representada en mi interior, era yo mismo diseñando y creando, tratando el color, preparando  tintes y tejidos.
    Meses después de esta experiencia con el mundo textil (volvemos a los años ochenta) hice una incursión en el mundo de los tintes y de la estampación en tela siguiendo las líneas orientalistas, este taller dirigido por la granadina Alhambra me fue muy útil y volví a recordar aquellos tiempos el año pasado en el ciclo de arte textil.
      Volviendo a mis días como hacedor de “libros de artista” y pasando por alto mi obra, pues quiero llegar mas lejos, al producto final de estos años, a mi desarrollo como escritor, hecho derivado de esta última faceta creativa de mi vida.
       A partir de la actividad del intercambio internacional de estos objetos, volúmenes o como se les quiera llamar y como forma de pago por tan amable trueque, comencé a crear historias sobre cada uno de ellos, mezclando realidad y fantasía, pero siempre ciñéndome a la pieza recibida, trabajando página por página en alguna de las ocasiones y fantaseando hasta límites insospechados gracias a mis lectores que agradecían cada una de mis palabras.
      Fue muy gratificante esa época, recibía elogios de todas partes del mundo y llegué a tener un puñado de seguidores incondicionales, tal fue así que les propuse un evento, en el cual ellos creaban los libros y yo les ponía el texto. Sólo les pedía el título o una frase con la que yo pudiese sustentar la historia que acompañaría a las páginas ilustradas. Aún sigue vivo el proyecto. El poeta (como ellos me llaman) sigue creando historias para sus creaciones, al igual que Morris, mi personaje polifacético, que cultivó también la literatura, practicó el ensayo y tradujo antiguas leyendas nórdicas. Su obra novelada News from Nowhere (1891) tuvo una gran difusión y es la que mejor resume el pensamiento político y social de su autor.
    En el año 1983 comenzó mi andadura en las artes como educación reglada, me matriculé en un curso monográfico de talla en piedra, estuve unos meses, pero me sirvió para conocer el lugar donde aún sigo después de tantos años y donde he vuelto hasta en tres ocasiones. En aquellos años díscolos de mi juventud conocí a Juan, el maestro de taller que comenzaba su andadura como tal y que ya lleva un año jubilado. Desde ese momento y hasta veinte años después en que estudié cerámica artística y conocí a la escultora Concha aprendí a ver en tres dimensiones, a interactuar con la obra, con la luz, a intimar con la materia y ser capaz de dejarme llevar de la mano de los autores.  Nuevamente me encuentro con él, con William, también le gustaba picar este duro material y dialogar con el.
    Como diseñador y artesano, su obra ejercería gran influencia en el diseño de libros, en el arte de la impresión, en las artes visuales y en el diseño industrial del siglo XIX. Morris diseñó tres tipografías: la Golden Type, inspirada en las romanas venecianas de Nicolas Jenson, y dos góticas, Troy Type y Chaucer Type.
    Las artes del libro siempre me han interesado, sobre todo el grabado calcográfico, así que este fue mi siguiente paso en este maravilloso mundo. Me inscribí en unos talleres de grabado con la famosa artista granadina miembro del grupo “Realejo” Araceli de la Chica y luego con la estampadora Ana Villén, fueron unos maravillosos años, en los que descubrí un mundo muy versátil en el cual me desenvolvía muy bien, doblegando los elementos constructivos a mi placer. Quince años después realicé el ciclo completo de Grabado y Estampación, enterrando desde ese momento mi amor por el aguafuerte.
                                                       



                                                      EPILOGO

       "No quiero el Arte para unos pocos"

    Con esta frase comienzo este final de mi relato, bonita, pero utópica, pues paradójicamente sus productos resultaron asequibles sólo para unos pocos, ya que la artesanía no podía competir con los sistemas de producción industrial, mucho más baratos. Belleza, sociedad y economía debían resolver aún nuevos litigios.
   Como político y pensador tuvo también un sitio en la historia, aunque no fue tan relevante ni viene al caso exponer las mías tampoco.
  
      Ahora bien, desde la perspectiva específica del diseño y de su historia, la modernidad de William Morris, es decir el aspecto más sugerente de su obra, radica precisamente en su manera de enfocar el problema del diseño del producto industrial más allá de la comprensión de las tradiciones artesanales, por lo que, sin embargo, es más conocido.



    1.Ver Some Hints on Pattern-Designing (1881) CW XX11, pp. 176-178. La cita es larga pero divertida: «Take note, too, that in the best art all these and awful things are expressed clear-y and without any V3gueness, with such life and power that they impress the beholder so deeply that he is brought face to face with the very scenes and lives among them for a time; so raising his life above the daily tangle of small things that wearies him, to the level of the heroism which they represent [...] This is the best art [...] yet its very greatness makes it a thing to be handled carefully, for we cannot always he having our emotions deeply stirred that wearies us body and soul; and man, an animal that longs for rest like other animals, defends himself against the weariness by hardening his heart, and refusing to be moved every hour of the day by tragic emotions; nay, even by beauty that claims his attention ove-much [...] Meantime, I cannot allow that it is good for any hour of the day to be wholly stripped of life and beauty; therefore we must provide ourselves with lesser art wich to surround our common workaday or restful times; and for those times, I think, it will be enough for us to do the our daily and domestic walls with ornament that reminds us of the outward face of the earth, of the innocent love of animals, or of man passing his days between work and res as he does. I say, with ornament that reminds us of these things, and sets our minds and memories at work easily cresting them».


sábado, 27 de octubre de 2012

Tríptico

     Resultado de la segunda y primera imagen del tríptico de mi autorretrato, terminado casi cuatro años despues de la primera. 2 telas de saco, montados sobre bastidor de 1m.X 0,81m. y estucado. Tecnicas mixtas.




jueves, 25 de octubre de 2012

LA MEMORIA.










                                                     LA MEMORIA.



                                        DEFINICIÓN DE MEMORIA:
         La memoria es un proceso mediante el cual somos capaces de recuperar la información que previamente hemos registrado en nuestro cerebro.

                                       DISTINTOS TIPOS DE MEMORIA:

      Atkinson y Shiffrin en los años 70 postularon la existencia de tres almacenes de memoria (teoría multialmacén o teoría de la memoria múltiple).
    La existencia de estos tipos de almacenes no se ha podido demostrar experimentalmente, pero sí deducida a partir de las investigaciones sobre lesiones cerebrales en la que ha resultado afectada.
-          Memoria sensorial. En este almacén los datos se registran con todo detalle durante unos breves instantes (1 ó 2 segundos) de una forma bruta y no significativa, es decir, puede no tener ningún sentido para nosotros. A pesar de ser tan breve, los recuerdos son muy precisos, casi idénticos a los estímulos que los han provocado. La memoria sensorial incluye diversos tipos de recuerdos procedentes de los distintos órganos sensoriales; podríamos hablar de memoria sensorial visual, auditiva, olfativa, táctil y del gusto. El olfato es el sistema sensorial más antiguo y primitivo: está organizado de forma muy simple y los estímulos olfativos llegan rápidamente al cerebro. Según las investigaciones recientes, existen conexiones importantes entre el sistema olfativo y el sistema límbico y el sistema olfativo está también estrechamente vinculado con los otros sistemas sensoriales (oído y vista). Probablemente estas conexiones permiten que otros acontecimientos queden asociados a los olores, lo que explicaría que la memoria olfativa tenga un mayor contenido emocional que las demás memorias sensoriales y que cuando recordamos un olor estemos recordando también el contexto emocional y sensorial en el que lo percibimos la primera vez.
-          Memoria a corto plazo La información es seleccionada y almacenada en ella durante un periodo de 15-25 segundos (incluso unos pocos minutos) y en una forma más significativa. Su limitada capacidad exige que las nuevas informaciones vayan desplazando o empujando a las antiguas.
-          Memoria a largo plazo: En este tipo de memoria la información queda registrada de forma permanente, no se borra nunca, aunque a veces resulta difícil de recuperar. Su capacidad es aparentemente ilimitada, en ella nos cabe todo lo que queramos almacenar. También nosotros recordamos la información organizándola en esquemas o temas generales. Para que los recuerdos queden guardados en la memoria a largo plazo habrá que relacionarla con otros, la nueva información tiene que conectarse necesariamente a otras que ya tenemos para que se integren.
     Quiero hacer especial hincapié en la memoria sensorial, pues desde que intento plasmar mis sentimientos plásticamente, mi búsqueda personal me lleva a verter sobre el lienzo o el material que en ese momento esté trabajando mis emociones e inquietudes, en definitiva todas esas sensaciones que me recorrieron cuando viví aquella situación que quiero representar.
    Después de más de treinta y cinco años, sigo empeñado en ello, estudio, diseño y pienso, pero sobre todo medito mucho sobre la posibilidad de poder transmitir todo ese cúmulo de ideas en la obra, cosa que me sobrepasa y me desespera, pues mis pensamientos van mas rápido que mi mano, y cuando empiezo a cristalizar una idea, ya la ha enterrado la siguiente. Esta situación hace que ni yo mismo pueda comprender el verdadero significado de la obra, que queda casi siempre inconclusa, pues siempre falta el último pensamiento, la última ráfaga de aire fresco.
    En mi constante búsqueda de la belleza, de la armonía artística, comencé a dibujar del natural, en la calle, como ya he comentado en otras ocasiones, esta nueva ventana me obliga a ver como cualquier persona, me obliga a sentir la urbe tal cual es, fría y abrupta, sin sentimientos ni emociones, dibujo ladrillo y hormigón, sin ningún adorno externo, sin pasión, sólo líneas duras y espacios vacíos. Intento transmitir ese trozo de ciudad, que yo he recortado, como lo haría un fotógrafo, es sólo un fragmento de naturaleza muerta. Mido y borro hasta la extenuación, en cada boceto invierto más de veinte horas de trabajo, llegando a más de treinta en alguna ocasión.
     Las tardes de los veranos transcurren así, plácidamente paseando con mi cuaderno y mis lápices, dibujando y aprendiendo cada día un poco más, ya me conocen muchas personas, hablamos y comentamos algo sobre mi trabajo, pero la mayor parte del tiempo, son sólo conversaciones banales, sin mucho contenido, aunque en ocasiones derivan en reflexiones más profundas, como es el caso que paso a relataros.
   Era un caluroso verano de agosto en Granada, corría el año 2011 y me paré como en numerosas ocasiones a contemplar a otro “Urban Sketchers”, pero no era un pintor cualquiera, este era nada más y nada menos que el doctor Juan García Pedraza, profesor de dibujo de la Facultad de Bellas Artes de mi ciudad. Mientras me recreaba con su obra, y charlábamos, me pidió que le enseñara mi libreta, pues siempre él quiere ver mi trabajo. Apenas me pone pegas nunca, pero siempre me hace algún comentario “magistral”, por supuesto, aunque casi nunca soy capaz de aprovecharlo dada mi vanidad. Aquel día, me preguntó la edad, pues según me dijo después, había unos cursos en la Facultad, para mayores de cincuenta años y que estos me podrían interesar, a lo que yo le respondí: “No quiero aprender a dibujar, pues realmente, lo que a mi me interesa es plasmar sentimientos, sensaciones en mis obras, y que dibujaba del natural para obligarme a ver la realidad desde el otro punto de vista y así poder comparar y aprender a expresarme.” Aquella fue mi última visita a Juan aquel verano, puesto que me contestó como docente que es” Ya estamos con lo mismo…”. Así que apresuradamente cerré mi cuaderno y me despedí de él no sin antes contestarle: “Me voy a mi casa, pues es la segunda cura de humildad que me dan en el mismo día y en un intervalo de tiempo muy corto”.
      Volviendo a la memoria como proceso, y a la dificultad que tengo para expresar sobre un lienzo sensaciones, y que esas representaciones, nos lleven al lugar y al mismo instante en los cuales recreó su obra el autor, esto es lo que intento explicar en este breve ensayo.
     La memoria sensorial incluye diversos tipos de recuerdos procedentes de los distintos órganos, como ya exponía anteriormente podríamos hablar de memoria sensorial visual, auditiva, olfativa, táctil y del gusto. Aquí me encuentro que en mis obras no puedo aprehender más que lo que el ojo pueda ver, y poco más, y esta es una dificultad añadida para representar el universo sensual que nos fascina continuamente y con la que me encuentro enfrentado diariamente.
      Actualmente estoy terminando la segunda obra de un autorretrato desglosado en un tríptico, no intento que sea una foto como ya he expuesto, sino un compendio de mí mismo desde la introspección, así que al no ser capaz de trasmitir un detalle que me gustaría pintar, lo hago con mi pobre verbo, pues  considero que plásticamente me expreso más libremente, pues mi dilatada experiencia me hace ser soberano.
  Volviendo a  la memoria olfativa, me gustaría destacar, que se puede asociar un olor a una imagen emocional, en cuanto que la emoción sea positiva, el olor será evocador de bienestar; si por el contrario el olor se asocia a algo negativo será evocador de inquietud y malestar. Los primeros recuerdos olfativos son los más potentes en su capacidad para reactivar las emociones; dicho de otro modo, cuanto más antiguo sea este recuerdo, más profundo será la emoción que despierte. Por lo tanto, el olor actúa como un disparador  rápido de recuerdos más que ver o escuchar, así que a mi me hizo despertar hace dos días un recuerdo muy antiguo, de hace más de cuarenta años, un olor que no me agradó en absoluto.
     Estaba sentado como cada mañana frente a mi ordenador, y súbitamente me llegó aquel aroma que desprendía mi abuela, y que esporádicamente he podido reavivar a lo largo de mi vida, al ser desprendido por muchas mas abuelas, este efluvio, que más bien se convirtió en hedor, así era, invadía mi estancia, me impregnaba profundamente, tanto fue así que  llegaron a saltárseme las lagrimas. Esto fue  al descubrir el origen del mismo, pues me encontré que procedía de mi propio cuerpo, ahora era yo el que olía a viejo, a rancio, esos malditos olores que odiaba se habían apoderado de mi cuerpo, salían desde mis entrañas. Aunque el primero de todos fue de mi sonriente y adorable abuela Emilia, no dejó de ser un presagio, una mala visión en una mañana de otoño.
   Finalmente sólo me queda por decir, que los recuerdos nos pueden llevar a estos trances tan íntimos que nos devuelven  a la realidad  como un mazazo y esto sin posibilidad de huida ni vuelta atrás.