miércoles, 28 de noviembre de 2012

“Sobre lo Espiritual en el Arte”



 

 

       Este libro fue publicado por Vasili Kandinsky en 1911, esencialmente  propone despertar la capacidad de captar lo espiritual de las cosas materiales y abstractas. Que el espectador se enfrentara a la obra de arte con el alma abierta y queriendo escuchar.

 

    “La riqueza cromática del cuadro ha de atraer con gran fuerza al espectador y al mismo tiempo ha de reconocer su contenido profundo”


       Después de leer y releer esta cita, pienso que: la forma, el plano el color, todo unido o separado conforma un único universo mágico que me atrapa, me subyuga y me libera, forma parte de la pasión del artista, de su búsqueda incansable por la belleza; esa que no se deja atrapar, esa que libra su gran batalla para no ser desnudada y expuesta cruelmente a las lascivas miradas del mundo.
      Noches de vigilia contemplando en la penumbra; en la mas absoluta de las soledades mi obra escondida entre las hojas  despedazadas de infinitos bocetos la ultima pincelada, tocando el frío lienzo, lo hago como si encerrara en su interior un ojeroso muerto amortajado y preparado para ser descuartizado por miles de gusanos, como si de una horda de cirujanos se tratase.
      Consigo atraer la atención del espectador, pero cada pincelada me lacera el alma, pareciera que los terrosos pigmentos esparcidos por mi paleta perteneciesen a mi piel seca y triturada, hábilmente tratada y coloreada para que forme parte de la obra, presiento que “El retrato de Dorian Gray “me pertenece. Percibo el lento pero inexorable y progresivo envejecimiento de la tela, de los tintes. Los aceites queman mi piel y la hacen sangrar resbalando por mi cuarteada cara, depositándose en los cuencos donde vuelvo a recoger esos malolientes y putrefactos excrementos.
      El balanceo cromático esta hábilmente distribuido por la estancia, los colores son limpios y puros y la suavidad de la degradación de las formas le da una fría y desagradable estructura.
     El gesso artesano absorbe el óleo, los continuos y obsesivos raspados me devuelven unos profundos y multicolores matices, pero también unos luminosos y cristalinos esfumatos.
    La obra está casi terminada. ¡Los ritmos! Ese rondó sutil esta presente, conformando un simple pero violento mapa estructural.
    El compás armónico ya hizo su trabajo, los mosquitos y el polvo también, solo queda que el ser que mueve mis manos haga el trazo final, ese grafismo que identifica mi triste y solitaria obra.

        Trabajando duro, viejo, espero hacer algo bueno algún día. No lo hago todavía, pero lo persigo y lucho”.  Vincent Van Gogh


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