sábado, 27 de octubre de 2012

Tríptico

     Resultado de la segunda y primera imagen del tríptico de mi autorretrato, terminado casi cuatro años despues de la primera. 2 telas de saco, montados sobre bastidor de 1m.X 0,81m. y estucado. Tecnicas mixtas.




jueves, 25 de octubre de 2012

LA MEMORIA.










                                                     LA MEMORIA.



                                        DEFINICIÓN DE MEMORIA:
         La memoria es un proceso mediante el cual somos capaces de recuperar la información que previamente hemos registrado en nuestro cerebro.

                                       DISTINTOS TIPOS DE MEMORIA:

      Atkinson y Shiffrin en los años 70 postularon la existencia de tres almacenes de memoria (teoría multialmacén o teoría de la memoria múltiple).
    La existencia de estos tipos de almacenes no se ha podido demostrar experimentalmente, pero sí deducida a partir de las investigaciones sobre lesiones cerebrales en la que ha resultado afectada.
-          Memoria sensorial. En este almacén los datos se registran con todo detalle durante unos breves instantes (1 ó 2 segundos) de una forma bruta y no significativa, es decir, puede no tener ningún sentido para nosotros. A pesar de ser tan breve, los recuerdos son muy precisos, casi idénticos a los estímulos que los han provocado. La memoria sensorial incluye diversos tipos de recuerdos procedentes de los distintos órganos sensoriales; podríamos hablar de memoria sensorial visual, auditiva, olfativa, táctil y del gusto. El olfato es el sistema sensorial más antiguo y primitivo: está organizado de forma muy simple y los estímulos olfativos llegan rápidamente al cerebro. Según las investigaciones recientes, existen conexiones importantes entre el sistema olfativo y el sistema límbico y el sistema olfativo está también estrechamente vinculado con los otros sistemas sensoriales (oído y vista). Probablemente estas conexiones permiten que otros acontecimientos queden asociados a los olores, lo que explicaría que la memoria olfativa tenga un mayor contenido emocional que las demás memorias sensoriales y que cuando recordamos un olor estemos recordando también el contexto emocional y sensorial en el que lo percibimos la primera vez.
-          Memoria a corto plazo La información es seleccionada y almacenada en ella durante un periodo de 15-25 segundos (incluso unos pocos minutos) y en una forma más significativa. Su limitada capacidad exige que las nuevas informaciones vayan desplazando o empujando a las antiguas.
-          Memoria a largo plazo: En este tipo de memoria la información queda registrada de forma permanente, no se borra nunca, aunque a veces resulta difícil de recuperar. Su capacidad es aparentemente ilimitada, en ella nos cabe todo lo que queramos almacenar. También nosotros recordamos la información organizándola en esquemas o temas generales. Para que los recuerdos queden guardados en la memoria a largo plazo habrá que relacionarla con otros, la nueva información tiene que conectarse necesariamente a otras que ya tenemos para que se integren.
     Quiero hacer especial hincapié en la memoria sensorial, pues desde que intento plasmar mis sentimientos plásticamente, mi búsqueda personal me lleva a verter sobre el lienzo o el material que en ese momento esté trabajando mis emociones e inquietudes, en definitiva todas esas sensaciones que me recorrieron cuando viví aquella situación que quiero representar.
    Después de más de treinta y cinco años, sigo empeñado en ello, estudio, diseño y pienso, pero sobre todo medito mucho sobre la posibilidad de poder transmitir todo ese cúmulo de ideas en la obra, cosa que me sobrepasa y me desespera, pues mis pensamientos van mas rápido que mi mano, y cuando empiezo a cristalizar una idea, ya la ha enterrado la siguiente. Esta situación hace que ni yo mismo pueda comprender el verdadero significado de la obra, que queda casi siempre inconclusa, pues siempre falta el último pensamiento, la última ráfaga de aire fresco.
    En mi constante búsqueda de la belleza, de la armonía artística, comencé a dibujar del natural, en la calle, como ya he comentado en otras ocasiones, esta nueva ventana me obliga a ver como cualquier persona, me obliga a sentir la urbe tal cual es, fría y abrupta, sin sentimientos ni emociones, dibujo ladrillo y hormigón, sin ningún adorno externo, sin pasión, sólo líneas duras y espacios vacíos. Intento transmitir ese trozo de ciudad, que yo he recortado, como lo haría un fotógrafo, es sólo un fragmento de naturaleza muerta. Mido y borro hasta la extenuación, en cada boceto invierto más de veinte horas de trabajo, llegando a más de treinta en alguna ocasión.
     Las tardes de los veranos transcurren así, plácidamente paseando con mi cuaderno y mis lápices, dibujando y aprendiendo cada día un poco más, ya me conocen muchas personas, hablamos y comentamos algo sobre mi trabajo, pero la mayor parte del tiempo, son sólo conversaciones banales, sin mucho contenido, aunque en ocasiones derivan en reflexiones más profundas, como es el caso que paso a relataros.
   Era un caluroso verano de agosto en Granada, corría el año 2011 y me paré como en numerosas ocasiones a contemplar a otro “Urban Sketchers”, pero no era un pintor cualquiera, este era nada más y nada menos que el doctor Juan García Pedraza, profesor de dibujo de la Facultad de Bellas Artes de mi ciudad. Mientras me recreaba con su obra, y charlábamos, me pidió que le enseñara mi libreta, pues siempre él quiere ver mi trabajo. Apenas me pone pegas nunca, pero siempre me hace algún comentario “magistral”, por supuesto, aunque casi nunca soy capaz de aprovecharlo dada mi vanidad. Aquel día, me preguntó la edad, pues según me dijo después, había unos cursos en la Facultad, para mayores de cincuenta años y que estos me podrían interesar, a lo que yo le respondí: “No quiero aprender a dibujar, pues realmente, lo que a mi me interesa es plasmar sentimientos, sensaciones en mis obras, y que dibujaba del natural para obligarme a ver la realidad desde el otro punto de vista y así poder comparar y aprender a expresarme.” Aquella fue mi última visita a Juan aquel verano, puesto que me contestó como docente que es” Ya estamos con lo mismo…”. Así que apresuradamente cerré mi cuaderno y me despedí de él no sin antes contestarle: “Me voy a mi casa, pues es la segunda cura de humildad que me dan en el mismo día y en un intervalo de tiempo muy corto”.
      Volviendo a la memoria como proceso, y a la dificultad que tengo para expresar sobre un lienzo sensaciones, y que esas representaciones, nos lleven al lugar y al mismo instante en los cuales recreó su obra el autor, esto es lo que intento explicar en este breve ensayo.
     La memoria sensorial incluye diversos tipos de recuerdos procedentes de los distintos órganos, como ya exponía anteriormente podríamos hablar de memoria sensorial visual, auditiva, olfativa, táctil y del gusto. Aquí me encuentro que en mis obras no puedo aprehender más que lo que el ojo pueda ver, y poco más, y esta es una dificultad añadida para representar el universo sensual que nos fascina continuamente y con la que me encuentro enfrentado diariamente.
      Actualmente estoy terminando la segunda obra de un autorretrato desglosado en un tríptico, no intento que sea una foto como ya he expuesto, sino un compendio de mí mismo desde la introspección, así que al no ser capaz de trasmitir un detalle que me gustaría pintar, lo hago con mi pobre verbo, pues  considero que plásticamente me expreso más libremente, pues mi dilatada experiencia me hace ser soberano.
  Volviendo a  la memoria olfativa, me gustaría destacar, que se puede asociar un olor a una imagen emocional, en cuanto que la emoción sea positiva, el olor será evocador de bienestar; si por el contrario el olor se asocia a algo negativo será evocador de inquietud y malestar. Los primeros recuerdos olfativos son los más potentes en su capacidad para reactivar las emociones; dicho de otro modo, cuanto más antiguo sea este recuerdo, más profundo será la emoción que despierte. Por lo tanto, el olor actúa como un disparador  rápido de recuerdos más que ver o escuchar, así que a mi me hizo despertar hace dos días un recuerdo muy antiguo, de hace más de cuarenta años, un olor que no me agradó en absoluto.
     Estaba sentado como cada mañana frente a mi ordenador, y súbitamente me llegó aquel aroma que desprendía mi abuela, y que esporádicamente he podido reavivar a lo largo de mi vida, al ser desprendido por muchas mas abuelas, este efluvio, que más bien se convirtió en hedor, así era, invadía mi estancia, me impregnaba profundamente, tanto fue así que  llegaron a saltárseme las lagrimas. Esto fue  al descubrir el origen del mismo, pues me encontré que procedía de mi propio cuerpo, ahora era yo el que olía a viejo, a rancio, esos malditos olores que odiaba se habían apoderado de mi cuerpo, salían desde mis entrañas. Aunque el primero de todos fue de mi sonriente y adorable abuela Emilia, no dejó de ser un presagio, una mala visión en una mañana de otoño.
   Finalmente sólo me queda por decir, que los recuerdos nos pueden llevar a estos trances tan íntimos que nos devuelven  a la realidad  como un mazazo y esto sin posibilidad de huida ni vuelta atrás.
    

martes, 16 de octubre de 2012

JOYERO CON NIMBOS DE ALGODÓN





             Hace unos días me he adentrado en lo más profundo de la caverna, en la zona más oscura y fría de esta. Me resultó fácil encontrar el camino, hacia casi cuatro años que estuve allí por última vez, había dejado un pequeño cofre escondido tras unas piedras. Lo deposité allí para que descansara de mi, lo destrozaba, solo conseguía deteriorarlo, se encontraba muy deslustrado y ya apenas si me gustaba, se estaba convirtiendo en una pesadilla nuevamente. Per él permanecía inerte, sin apenas vida, nunca me dijo nada, nunca cuestionó ninguna decisión mía, esperaba a que yo le mostrase el camino a seguir y así hacerme feliz.
    Lo encontré frío, distante húmedo y tembloroso, los dos lo estábamos. Queríamos que aquel encuentro fuera especial, que nos uniera de nuevo como años atrás. No me guardaba rencor, yo lo sabia, pero me encontraba triste de saber que después de mi abandono seguía esperándome como el primer día, como una amante fiel.
    Suavemente deshice los torpes nudos con lo que lo até aquel día de ofuscación y fracaso, no quería dañar nada de lo que hice aquella tarde en la que rompí nuestra íntima relación. La urna no se movía, apenas si respiraba, aquel momento era tan especial que ninguno de los dos quisimos romperlo, aquella magia fue única, volvíamos a encontrarnos después de pasar por momentos muy especiales, y quería poner en su interior parte de los recuerdos que tenía guardados para él.
      Después de varios intentos libré a mi amigo, a mi amante de sus ataduras, el momento fue largo, pero muy intenso, en pocos segundos nos encontraríamos de nuevo, sin resentimientos ni odios, solos el y yo, cara a cara, mirándonos fijamente, intentando adivinar que había sido de cada uno de nosotros durante esos años en los que nos habíamos separado por mi decisión unilateral y absurda.
      La cuerda de rafia blanca ya estaba en el suelo. Al disminuir la presión de la caja, se desprendió un saco que yo había puesto en su interior para preservar los tesoros que cobijaba, y que aún estaban húmedos en aquel crepúsculo donde nos separamos.
    Pasó tiempo, fueron unos momentos muy intensos, pero maravillosos, aquel gran reencuentro ocurrió en silencio, solo se escuchaba de fondo el llanto de la guitarra de Eric Clapton interpretando una balada que no consigo recordar.
     Finalmente y después de despegar no sin gran esfuerzo y dolor la tela que había quedado adherida a la pintura, pude contemplar un espejo, un gran espejo en el que pude contemplarme. Esa imagen que me devolvía y que yo odiaba tanto, estaba de nuevo frente a mí, su mirada inquietante no me asustaba, nos conocíamos de largo…
     Ya han pasado los primeros días con mi joyero en los que había depositado aquellos tesoros, aquellos nimbos de algodón. El reflejo de los cristales de plata iluminaba nuevamente mi estudio. Volvía a pintar, y el segundo autorretrato del tríptico estaba mucho más adelantado de lo que recordaba, así que sigo en el, recomponiendo, ilustrando y rellenando el espacio de estos dos últimos e intensos años.
     Llevo unas jornadas pisando esas nubes, esos cirros que me hacen sentir, sobre todo eso, ¡me hacen sentir! pues la ingravidez a la que me someten me liberan poco a poco de la opresión y el ahogo de la vida terrenal.
   

sábado, 6 de octubre de 2012

SUITE N º 1 EN SOL MAYOR, BWV 1007












               Las Seis Suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach son algunas de las composiciones más frecuentemente realizadas en solitario y reconocibles jamás escrita para este instrumento.
    El Preludio, principalmente a base de arpegios acordes, es probablemente el mejor conocido movimiento de todo el conjunto de suites y es regularmente oído en la televisión y en las películas. Como ejemplo de una muy impactante, me viene a la memoria “el pianista”, siendo esta una adaptación de las memorias de Wladyslaw Szpilman, un brillante pianista polaco de origen judío, que vive con su familia en Varsovia. Cuando, en 1939, los alemanes invaden Polonia, consigue evitar la deportación gracias a la ayuda de algunos amigos. Pero tendrá que vivir escondido y completamente aislado durante mucho tiempo, y para sobrevivir tendrá que afrontar constantes peligros.
      Espléndida película en la que Polanski ambienta con admirable realismo el guetto de Varsovia y reconstruye con hermosura el espanto del holocausto. Para darle fuerza y realismo, resalta las interpretaciones del piano de este artista, En la mitad de la película se puede apreciar en la banda sonora la Suite Nº 1 para violonchelo en sol mayor (BWV 1007), de J. S. Bach.
      Nuevamente escuchando Les Introuvables de Jacqueline du Pré, me vienen a la memoria recuerdos, unos mas intensos que otros, pero todos muy lejanos, me remonto ocho años atrás, donde comenzó todo.
     Estudiaba nuevamente en La Escuela de  Arte de Granada, habían pasado más de  veinte años de la primera vez que entré a estudiar en ella, en aquellos años hice un monográfico de talla en piedra, y fue mi primer contacto con la educación reglada en arte, aunque llevaba ya unos años creando e intentando vivir de ello, sin fortuna como es lógico.
     Era el año 2004 y estaba matriculado en “cerámica artística”, el curso era muy denso, pues eran seis horas diarias cinco días a la semana, como ahora, pero en aquel tiempo no sabía lo intenso y duro que podría llegar a resultar, con lo que a mitad de curso abandoné, terminando sólo el taller y la asignatura de volumen.
      Quedé tan emocionado  e impactado por todo lo que vi y aprendí allí con mis profesores Concha y Adolfo que en paz descanse, que luego estuve unos años haciendo esculturas de pequeño tamaño en mi casa.
    Aquella época la recuerdo con mucho cariño, el comedor de mi casa convertido en taller, como casi siempre por otra parte, allí preparaba los armazones de las piezas, pintaba, fabricaba mi pasta de papel, fabricaba e investigaba sobre endurecedores y texturizadores, sobre todo tipo de imprimaciones y pinturas para terminar mis piezas y esconder el origen humilde de su alma.
    Realicé varias piezas, siempre buscando que sus proporciones fueran adecuadas, estudiando la obra desde muchos puntos de vista, cambiando mi posición y la luz constantemente, analizando cada intervención concienzudamente, era una actividad que me reconfortaba sobremanera y eso me hacía muy feliz. Realmente aproveché aquellos meses mucho, y así estuve aproximadamente unos dos años, de los cuales no sólo tengo buenos recuerdos en mi memoria, sino que también poseo un puñado de obras con muy diversas terminaciones y formas; todo un ejercito de figuras y objetos varios, y alguno de ellos de mayor envergadura que yo, cosa que tampoco es muy difícil de conseguir, debido a mi baja estatura.
    Hoy volviendo a escuchar la “Suite n º 1 en sol mayor, BWV 1007” Johann Sebastian Bach, me viene a la memoria una bonita historia sobre una de las piezas que creé en aquella etapa de mi vida. No he vuelto a hacer esculturas desde entonces, sólo unos pequeños relieves para hacer tapas de libros de artista y varias piezas de terracota en mi clase de volumen, nuevamente con Concha, cuando estudié el fatídico módulo de Grabado y Estampación.
    Jacqueline du Pré, ella fue quien me inspiró este “bulto redondo”, y me ha vuelto a dar ese soplo de aire para darme valor y así poder recrearos la atmósfera y todo el halo que rodeó aquel momento en la que comencé a plantarme en mi mente aquella obra.
     En una noche cualquiera, viendo en la televisión alguna película, o mejor dicho, mirando el conjunto de luz y color que ponían en aquel momento, digo mirando, porque realmente no suelo enterarme de que va casi nada de lo que pasa frente a mis ojos, aprovecho esos momentos para volar por mis mundos mientras estoy recostado en el sofá con una copa en la mano. Veo pasar un cuadro en movimiento, me gusta observar el conjunto de toda la obra, el flujo animado que imprime el cámara a cada fotograma, el encuadre o la falta de este, apenas si oigo de fondo el murmullo de los personajes. Es mi forma de meditar, de imbuirme en mi mismo, y lo hago además de entre otras muchas formas frente a la televisión, esa caja que me brinda instantes de sosiego y relax al final del día, una forma diferente de liberar mis musas y hacer que bailen para mí una vez más.
     Estábamos viendo la película “un genio en la familia”, en el cual el director Anand Tucker se basó para realizar el filme Hilary y Jackie (1998), protagonizado respectivamente por Rachel Griffiths y Emily Watson. Esta obra me hizo meditar mucho durante varios días y así finalmente decidí hacer esta obra para recordar, y de algún modo hacer un homenaje a esta gran mujer, que comenzó siendo una niña prodigio y virtuosa violonchelista, espíritu inquieto y alma atormentada, Jacqueline du Pré conoció la fama y también la tragedia. Una esclerosis múltiple frenó su floreciente carrera cuando sólo tenía 28 años y, tras vivir recluida en una silla de ruedas, murió finalmente en 1987, a los 42.




                                                        EPILOGO



      Ocho años después, un escultor, Vicente, que es compañero de la Escuela, está construyendo un violín de forja y es por lo que al ver el trabajo de este lutier recordé aquellos años y decidí escribir este relato. Al documentarme, para darle la veracidad que busco en todas mis reflexiones, me encuentro que esta película esta basada en un libro que escribieron su hermana Hilary y su hermano Piers.     
        Esta historia empaña la figura de esta leyenda de la música y la retratan como una mujer perturbada y peligrosa a causa de la biografía de su familia.
       La hermana de Jacqueline, Hilary, se casó con el director orquestal Christopher "Kiffer" Finzi, con el que Jacqueline tuvo anteriormente una relación sentimental. Esta relación fue llevada con el consentimiento de Hilary, como una manera de poder ayudar a Jacqueline, que en ese entonces estaba deprimida y tenía comportamientos suicidas.
       En 1999, los hijos de Kiffer y Hilary criticaron públicamente el comportamiento de su madre y presentaron una versión diferente a los hechos, según la cual su padre sedujo a su tía en un momento vulnerable con el fin de adular su propio ego.
       Su cello Stradivarius Davidov 1712 fue adquirido por poco más de un millón de libras por la Fundación Vuitton, que lo dejó en préstamo al cellista Yo-Yo Ma.

   

   


 


Chelo de papel maché y cartón, texturizado con gesso y pintura al óleo. Pintado en color negro sobre pintura roja. Recubierto con barniz cerámico transparente. En su interior hay dos estrellas fosforescentes. Las cuerdas son textiles. Adornos de cobre batido y madreperla, todo ello embutido y barnizado. Medidas: alto 1,46 cm,  ancho 0,64cm. y 0,40 cm. de profundidad. Tiene una excelente sonoridad al ser pulsadas sus cuerdas.
      







martes, 2 de octubre de 2012

LA HECHICERA, EL NARANJA Y SU COMPLEMENTARIO


 Albertina Tafolla Rodríguez ( México)



       Este relato forma parte de un proyecto en el cual un amigo me mandaba dos             " libros de artista" y yo creaba el texto para ellos, mandándole de nuevo uno con la narración correspondiente.

 






 




            No me preguntéis ¿cómo?, porque lo último que recuerdo es que estaba abriendo una calabaza y ya nada más hasta este momento. Todo es muy extraño hasta en la temperatura, en la percepción de la altitud, pues mi oído medio me decía que por la presión que sentía estaba a gran altura sobre el nivel del mar y la temperatura había descendido más de treinta grados, incluso los olores me eran totalmente desconocidos. 
      Estaba solo en lo que parecía un poblado desértico, mi GPS marcaba estas coordenadas: Longitud (dec): -116.210556, Latitud (dec): 32.274167 y a una altitud de 1240 metros. A lo lejos parecía que hubiera una casa bastante desvencijada, aquello era muy diferente a todo lo que conocía y eso que apenas podía ver, pues una densa humareda verde azulada me mantenía casi ciego y me picaban muchísimo los ojos. 
      Tiempo después descubrí que ese color probablemente nunca existió y que sólo fue por mi ceguera momentánea al cambiar tan rápidamente de situación y después de haber tenido en mi retina el color de la calabaza un tiempo imposible de calcular, pudieron ser décimas de segundo u horas, incluso días, pues no recuerdo nada con claridad. Además el frío extremo me atenazaba y no me dejaba pensar, esto hacía que me mantuviera muy tenso, tanto que me dolían mucho las sienes, y este dolor me llegaba hasta la punta de los dedos de los pies, pasando por mi médula rasgándomela en mil pedazos, estaba totalmente entumeciendo imposibilitándome esto cualquier movimiento, cosa que tampoco intentaba.
    Poco a poco fui respirando más acompasadamente, pues mi corazón estuvo a punto de colapsarse. Al no ver movimiento alguno, aguarde unos primeros instantes a ver si podía orientarme. Sabía que estaba a mucha altura, además la vegetación me pareció muy extraña, ya que estaba compuesta de: encinillos, manzanita, pino y chamizo colorado, pero vi algo muy curioso y que me hizo ubicarme en una posición del mapa, y esto no podía presagiarme nada bueno. Vi cipreses de Tecate, estos que actualmente están en peligro de extinción. Ya sabía sin la menor duda donde me encontraba y a qué se debían aquellos raros olores, esa mezcla tan especial era: el ocotillo, choyas, gobernadora, palo fierro, mezcal y palma, todo ello unido al fuerte tufo que desprendía la hoguera y que me transmitía no sólo por mi pituitaria, sino también visualmente, como ya os comentaba anteriormente. 
    Ya me estaba poniendo en situación, la cosa era peliaguda, pero aún tenía escapatoria, todavía nadie me había visto y eso era una gran ventaja para mi, puesto que no sabía el por qué estaba allí y ni tan siquiera si los pobladores de esas tierras serían amigables. Tampoco me pregunté que hacía en México, supongo que debí cuestionármelo antes que nada, pero no fue en ese momento cuando lo hice, fue todo tan rápido y al no estar preparado para ello, simplemente me deje llevar por la situación y mi espíritu de supervivencia hizo el resto.
     Caí en una especie de somnolencia, posiblemente debido a la falta de oxígeno y alguna sustancia que desprendía la fogata, algo tenía que me gustaba, estaba notando un sopor y una templanza que me agradaba, parecía que nuevamente entraría en ese torbellino que me trajo a este extraño lugar y que cuando despertara estaría nuevamente en Granada, en mi casa y preparándome para ir a mi clase de forja.
      Entre sueños creo recordar haber visto a una bruja, o una especie de hechicera, pero iban y venían, creo que pude contar hasta siete, y todas distintas, era una sensación muy extraña, estaban distantes, borrosas, lo único que recuerdo claramente era que estaban cocinando algo, pero era la misma marmita, llegaban por turnos y movían su contenido, pero nunca estuvieron juntas, aquello emitía unos vapores que me recordaban a los cuentos de nigromantes y pócimas.
     Atando hilos y retazos, cosiendo y bordando me vino a la memoria un relato que realmente no se quien me lo contó o donde lo leí, quizá fueron claves que me dejó prendidas de las ramas de los árboles en el bosque de la Alhambra una amiga Mexicana que anduvo por aquí días atrás; no se realmente cómo fue, pero paso a relatároslo.
     La inmensa mayoría de las llamadas hechiceras ejercían uno o varios oficios llamados vulgarmente ordinarios, que les servían para no ser tratadas como tales y poder ejercer libremente, esta de la que os hablo había sido pediatra.
     Es curioso observar como en buena parte de los casos que se registran acudían a estas mujeres cuando la medicina, tradicional se veía impotente para diagnosticar y curar, ciertas enfermedades, entonces ellos mismos indicaban  que sus dolencias procedían de algún mal de ojo u otro maleficio que le habían hecho y que no lo podían sanar.
     Las brujas de Latinoamérica vuelan sin escobas, y tienen poderes, muchos y grandiosos, además son tan atrayentes como las del resto del mundo, son traviesas y aman ser brujas.
   Estas mujeres con conocimientos son envidiadas por el hombre dado su carácter más profundo y su sed de curiosidad por el mundo. Suelen ser personas que han vivido en el campo y les ha sido transmitida de padres a hijos una sabiduría y una ansia de aprender sobre los poderes y propiedades de las plantas, y en general sobre todas la cosas vivientes.
   Las hechiceras, sin embargo, no sólo hacen maldades; también, ayudan a las personas en cuestiones de amor o trabajo Muchos de aquellos bebedizos o pomadas utilizados para estos fines, denominados entonces como magia, en el siglo XVII pasaron a ser medicinas, y sus creadoras, se convirtieron en químicos o farmacéuticos. La raíz "pharmakon" tiene, de hecho, el significado de "pócimas".
    Pasado el tiempo, reposado todo, ya estoy en condiciones de poder comprender que me pasó. Creo que por alguna razón fui transportado a Agua Hechicera, que se localiza en el Municipio Tecate del Estado de Baja California México, localidad en la que  se encuentra una única vivienda en la cual vive una sola persona, la cual tuve el placer de conocer gracias a un libro, “La hechicera de imágenes”.

    “La hechicera de imágenes cayó bajo su propio embrujo…
      En los vapores de la pócima si disperso su rastro”

    Este es el mensaje que me dejó Albertina Tafolla Rodríguez, hechicera de imágenes y amiga.


lunes, 1 de octubre de 2012

LIBRO CON TAPAS DE FORJA






           Había ideas, proyectos, amanecía bien hoy, es uno de Octubre, comenzaba mi nueva andadura en cuanto a mi formación, llevaba dos semanas en clase de forja artística sin mucha ilusión ni gusto. Los días pasaban lentos, fríos, acababa de entrar el otoño y la fragua no calentaba lo suficiente el ambiente. Tampoco las miradas transmitían pasión, yo ya sabía como funcionaba aquello y por eso me entristecía aún más.
   Mis bocetos sin alma habían pasado por sus manos, después de terminar,  volvió a mirar tres, cosa que me alegró, al menos los había visto y ya se podía hacer una idea de cómo me expresaba artísticamente hablando, de cómo había tratado el trabajo y mi forma de crear. Finalmente eligió uno y no me pidió que cambiara nada, aunque yo se lo ofrecí (he aprendido a dejarme llevar por sus ideas, puesto que prefiero trabajar a gusto de ellos que aguantar todo un proceso creativo en contra de los planteamientos preconcebidos que puedan tener). Pásalo a tamaño real y ya buscaremos los materiales con que podamos hacerlo. Corta un trozo de papel de embalar de un metro de longitud y hazlo con el. (Estas fueron las palabras de mi profesor de taller), así lo hice, es más aún lo estoy haciendo esta mañana.
   Empieza la tercera semana desde aquel primer día en que resbalaba cueva abajo, la gelatina de suelo y paredes estaba casi solidificada, y la mayoría de los reptiles empezaban a hibernar, aquello podía parecer una comunidad “sui géneris”, pero así lo veía yo. La rudimentaria corporación estaba en marcha, aún no de forma regular y autónoma, pero si estaba desperezándose la gran mole. Al erguirse lentamente dejaba entrever las últimas heridas aún sin cicatrizar, presentaba costras sanguinolentas y otras aún purulentas, pero hordas de albañiles intentaban cicatrizar aquellas que aún podían ser restauradas cauterizándolo todo para que pudiera esgrimir sus armas y seguir aniquilando vocaciones.
   Grandes andamios de bambú estratégicamente colocados servían de soporte al monstruo, estas muletas debían de servir de apoyo y futuro sustentación al animal, puesto que aún estaba muy débil, había vivido todo el verano sin alimento ninguno y necesitaba alimentarse bien y pronto. Estaban llegando los primeros fríos y lluvias y estos amenazaban con quedarse durante todo el curso.
   Este año yo debía estar mejor resguardado que nunca, no tendría que visitar las mazmorras de las altas torres, allí donde moran los crueles y sanguinarios verdugos. También sabía que mientras que hubiera brasas en la fragua no se atreverían a dejarse ver por “el jardín de hierro forjado”. El fuego sería su fin, éste purificará sus almas y perecerían para siempre sin terminar la cruel venganza para la que habían sido creados.
    En esta tercera semana de escuela, y mientras escucho la Sinfonía n. º 9 en mi menor, Opus 95 (1893), también conocida como Sinfonía del Nuevo Mundo de Antonín Dvořák, empiezo a ver la luz. Bosquejo en mi mente un proyecto puente entre mi nueva etapa y la acabada, estoy pensando hacer un libro, mejor dicho las tapas de un tomo en metal forjado, cincelado y martilleado. Tengo cobre y zinc de gran calidad, de mi etapa como grabador, que duró quince años, y aún hoy sigo haciendo alguna pequeña xilografía. También dispongo de muchísimas planchas para ilustrar este pesado y duro elemento. Espero poder aprender lo suficiente para presentároslo pronto y podáis disfrutar conmigo este nuevo período que puede estar lleno de hierro templado y dulce.